lunes, 22 de noviembre de 2010

Un amor a pesar del amor

Debajo de la piel mi corazón te guarda,

esconde las cinco letras de tu nombre

y al fluir la sangre, la pulsación latente

ilumina cada noche, el sendero en que

contigo ya no soy un ser tan solo.



Hemos agredido la labor

de contemplar a solas

nuestras sombras, la noche

sobre la que caminamos.

Hemos transgredido la

simple barrera del amor mundano...



Tu desnudez tiene un aroma,

un sonar, un sonido,

eres una extensión de todo

lo que me nombra.



Sabes y conoces la mirada

del niño en el acantilado que separa

nuestros insignificantes planetas;



Una órbita cada noche nos acerca...

Amor es también este magnetismo

que a otros ha dado

por llamar costumbre.



Nos hemos comido las migajas

pues en cierta forma conocemos el camino.

Y cerramos los ojos para flotar

e invadir nuestros pensamientos,

dar momento a que me pienses

y tu mirada, por encima de mis ojos cerrados,

marque la pauta en que de noche,

un silente canto sonoro, llegue a los bosques

de nuestra luna, a tatuar la extraña nomenclatura

del pacto que nos une.



Te comparto mi amor que también es mi furia,

mi forma de llamarte a través de las estancias oscuras

de nuestros misterios y los espacios aéreos

que no podrán sortear, nuestras alas de mármol quebrado.



Te comparto mi muerte diaria, mi sonrisa,

rosa de pólvora, el entendimiento y la negación

de las verdades: toda sombra es relativa.



Y esta frase que apenas pronunciada

se desvanece en el olvido y gracia

de lo que es efímero: Te amo Nuria.

domingo, 22 de agosto de 2010

Más corazón que odio



Existió un tiempo en que el cine pudo defender discursos sobre el racismo y la supremacía blanca, y en el que el hacerlo, no estaba mal visto. Un tiempo en que el cine era dejarse sorprender por la capacidad de asombro que los vastos páramos de Utah, habitados por gigantes prismáticos en el "Monument Valley", generaban y eran el sitio donde lo desconocido, era tachado casi a la par de lo diabólico. Espacio y tiempo en que la sed de sangre era hasta entonces, un inocente desvarío en la audiencia, que confundía arraigo histórico, con patriotismo perverso.
De esta forma, y “clausurando” la primera etapa del género Western maquilado en los Estados Unidos, John Ford, (ése peculiar gran hombre de parche en el ojo, como personaje salido de película de su colega Sam Peckimpah), trajo consigo, tal vez la película más memorable de su filmografía, quien retomando al ícono por excelencia del género, coloca a su incansable alter ego, el duque John Wayne, en un personaje que es suma del aprendizaje que ha traído la interminable, cruenta y degenerativa violencia, establecida para mantener a raya un territorio que fue robado a sangre y mansalva. Pero lo hace de una forma en que deja abierta la brecha del aprendizaje como la confirmación de teorías muy ligadas al destino manifiesto. Se sigue viendo a los pieles rojas como una raza maligna e inferior, desmerecedora de la tierra que les pertenece por derecho de antigüedad.
The searchers, o "Más corazón que odio" por su título en español, relata la historia de un hombre que regresa a la casa de su hermano tras haber perdido con el ejército sureño, la guerra civil norteamericana. Amargado y convencido de que no hay nada mejor que pasar los últimos días de su vida en su lugar de origen, intenta retomar la antigua costumbre campirana hasta que muy pronto, una brigada de hombres del lugar, encabezados por el reverendo, solicitan su servicio como miliciano, para ir en busca del ganado robado por unos comanches. Ya en el camino se dan cuenta que todo era una trampa para dejar indefenso el sitio y arrasarlo. Así es que al volver descubre que acabaron con su familia y que además raptaron a sus dos sobrinas. Es en ese momento que resuelve organizar una expedición para ir a su rescate. Durante todo ese trayecto que se posterga durante cinco años, se libran escenas realmente memorables por las que directores de la talla de Steven Spielberg se atrevieron a decir, que "The searchers es la mejor película de todos los tiempos". Y en verdad que existen secuencias como para quedarse perplejos: Una persecución por parte de los comanches a través de un desfiladero, que termina en la salvación impuesta por un río; los cantos de la muerte previo al ataque comanche; los diálogos de los vaqueros al sentirse acorralados por la amenaza y superioridad numérica; la presencia siempre misteriosa y preponderante de "Scar" el jefe de la tribu; un episodio violento y poético en donde John Wayne, al descubrir junto con los rastreadores una tumba oculta comanche, tira un par de balazos al rostro del cadáver, para rematar diciendo algo así como: "ahora sin sus ojos, no podrá encontrar el camino a su morada en el silencio”.
Momentos épicos para la posteridad en la historia del cine son los que se viven en esta película, cuyo final se reserva para los duros de corazón que guardan un resquicio de salvación en el sentido de amor filial para la familia. Y al final un hombre en el dilema complicado de su retorcida ética, ¿buscar a la niña que fue sustraída del seno materno y acabar con ella porque se ha convertido en la mujer del asesino de su hermano, o dejar que el veneno acumulado en su corazón se evapore y pese más el amor que el odio?
Baste decir que gracias a esta película auspiciada aún por las viejas formas de hacer cine (technicolor a rompeluces sin importar la carga dramática del tema tratado, acartonamiento actoral, musicalizaciones ñoñas, humor inocente e involuntario, etc…), seabrió una brecha temática, narrativa y técnica en la forma de contar historias que inspiró el nuevo cine hollywoodense de cepa independiente, dirigido por personas como Scorsese, Coppola, Spielberg y demás, hoy, vacas sagradas.

viernes, 18 de junio de 2010

Que me regresen a la primaria

Dadas las circunstancias

cualquier persona podría decir

que no aprendí lo básico

en la vida.



Que los cordones cernidos

sobre los zapatos de la cordura

no logré amarrar

con suficiente presteza,

que apenas miro al cielo

descalza el alma corre

sobre antiguas, nuevas

falacias de amor peregrino.



Que me regresen a la primaria

porque no aprendí de las matemáticas

a sacar la suma esencia,

la resta ética,

la división fragmentaria

en que la sangre humana

es a la vez impulso,

para dos corazones que viajan

a la velocidad del sonido.



Que me regresen a la primaria

y me enseñen, no debo

andar buscando como perro

el aroma de las feromonas:

esas avispas iridiscentes

de húmeda luz salina

que vuelan por debajo

de las faldas de las niñas,

ahora frugales mujeres,

peligrosas vírgenes

de templos prohibidos,

para la bestia encerrada

que mora en la prisión

de mi cuerpo.



Que me regresen, lo imploro,

y en verdad lo pido,

pongan en mi cabeza

esas ingénuas canciones infantiles

que enseñan sin recato

a los niños de primero,

una moral sencilla,

sin preguntas...

Ahora quiero tan sólo ser

lo que la gente

considera ser "bueno".




Que me expongan

al frente del salón de clases

y pinten sobre mi cabeza

enormes orejas de burro

y en mi boca

con los granos de una mazorca

simulen largos,

tozcos dientes de conejo;

pues me siento tan deshonesto,

tan fuera de lo que un día

consideré mi sitio,

como pequeño niño que no entiende

como un terco lobo

que se aferra a parecer cordero.

domingo, 6 de junio de 2010

Debajo La Ciudad de los Negros Palacios (Parte primera)

Nos han acusado de hacer
las cosas más estúpidamente
extrañas; desde negar
la transfiguración, decirnos
herejes por no querer profesar
la religión del capitalismo
y hasta de robarnos la fórmula
con la que su todopoderoso
Jesucristo, convirtió el agua
en vino.

Nos han dicho conspiradores,
propagadores de la pereza
y creen que su indiferencia
o el asesinato de manos limpias
por debajo de la mesa,
nos hará desvanecer como el cáncer
que presumen, somos.

Son tan tolerantes
que han dejado mezclar
nuestra sangre impura
con la sed de los animales.
Nos han menospreciado
y enarbolan en su discurso
una democracia construída
para gobernar monos.

No necesitamos un nombre
para escondernos, ni la sombra
de una iglesia para apostar
nuestro olvidado sentido
de pertenencia. Nuestro padre
y nuestra madre sopla, llama,
agua y luz se manifiestan.
Los signos están puestos
la naturaleza y los ancestros llaman
en el canto de los árboles
al ser mecidos por el viento,
en la visión de los gigantes
delinéandose en una ténue
línea, negando la aversión
trazada por el manto de gas
veneno cernido en el invernadero
que es la gran ciudad.

viernes, 28 de mayo de 2010

El secreto de sus ojos




En el año de 1976, bajo un golpe de estado organizado por la llamada Junta de Gobierno (Ejército, Marina y Aviación militar), la viuda de Domingo Perón, presidenta de Argentina, fue derrocada y detenida, detonando con este suceso, el agudizamiento de lo conocido como "La guerra sucia", en la que más de 30 000 argentinos fueron asesinados, torturados o desaparecidos en su país, por comulgar con supuestas tendencias políticas de corte comunista. Y es aquí, dentro de este marco histórico, en donde se desarrolla la película del laureado realizador argentino, Juan José Campanella: "El secreto de sus ojos", basada en la primera novela de Eduardo Sacheri, "la pregunta de sus ojos".

Las grandes historias son en su mayoría gestadas en tiempos de revolución, tiempos de cambio, inmisericordia, miseria; momentos en que el ser humano se plantea preguntas tan sencillas y trascendentales, como el porqué de la existencia o el para qué de la libertad. También son momentos, en que ideas radicales, como la represión a favor del totalitarismo, toman las variantes más perversas para reducir a nada, la voluntad del subyugado.

Existe en el aire un ambiente de turbia calma, la húmeda y calurosa bruma que precede al huracán. Argentina, año incierto, poco antes de la apabullante represión militar en la década de los setentas. Irene M. Hastings, joven recién desempacada de sus estudios superiores penales en los Estados Unidos, es nombrada jefa de oficina en una de las comisarías de la ciudad de Buenos Aires. Benjamín Espósito, el segundo a cargo en la oficina, un hombre bolsón de humor agudo, tal vez como cualquier agente de un ministerio público mexicano, queda inmediatamente prendado de la belleza de su nueva jefa, su comportamiento de animal extraño y el secreto de sus ojos. Aunado a este primer aviso de que el cielo es un lugar posible para los simples mortales en la tierra, poco tiempo habrá de pasar para que un crimen alarmante, la violación y asesinato de una hermosa joven de clase media, arranque al comandante Espósito de su habitual marasmo, y encuentre en la chispa de amor desmedido del esposo de la victimada, el reflejo que dentro de sí hacía falta, para luchar por una sociedad, que tal vez, él ya creía perdida.
Pasión por la vida, pulsión por la muerte, un romance tatuado con fuego en la fragua del deseo prohibido; un crimen, una dictadura, un monstruo, un libro por escribirse, una memoria que no dejará de ser espina, trauma, obstinación; una secuencia alucinante dentro del estadio del Racing; una soberbia cátedra sobre hacer y dirigir cine. Personajes reales, personajes vivos, diálogos inteligentes, naturales, humanos, soberbios. Cómo pasar de la tragedia al drama, del drama a la comedia y visceversa... ¿Cómo hacerlo y lograr una película realmente entrañable? Yo realmente no lo sé, pregúntenle mejor a Juan José Campanella, un director fuera de serie.
Muchachos, sería un crimen de lesa humanidad dejar pasar esta película.

jueves, 6 de mayo de 2010

Ricky


La poesía es el puente, muchas veces, entre aquello que se concibe imposible para un mundo de seres demasiado humanos, y uno de sucesos desbordantemente mágicos. Digamos pues que antes de llegar a esta película, muchos años antes, llegué a un cuento de Gabriel García Márquez, en el que un viejo alado aparecía tumbado en la arena, y una familia cercana a la playa, se lo llevaba al corral de sus gallinas, para convertirlo en algo así como en un monstruo de feria. Relatos como este, e historias como la planteada en la película "Ricky" del francés Francois Oçone, en donde a un bebé, de la nada, comienzan a brotarle alas en su espalda, nos muestra que el mundo de los terrestres, parece no estar preparado para este tipo de sucesos, aún más allá de la simple confrontación artística.
Con una dirección y fotografía naturalista, el proceso de una pequeña e incompleta familia francesa, perteneciente a la clase trabajadora, que es tocada por la intromisión de un hombre español, y posteriormente, por el nacimiento de un niño, con características espontánteas peculiares, esta realización de manufactura gala, es llevada a la pantalla de una forma, en que uno contempla el frágil trazo de una pintura, en donde los elementos de la costumbre, se van viendo transtocados por el fulgor de un pincel poeta, para dar forma a un poema multimedia, que tal vez, el finado pintor español Salvador Dalí, podría haber acomodado en el rango del hiper realismo metafísico.
Erotismo costumbrista, frialdad citadina, diálogos comunes, personajes entrañables, efectos visuales entre lo artesanal y lo naïve, son algunos de los elementos que hacen de esta película, una genial opción para llenarse de magia la vista durante un par de horas.

lunes, 3 de mayo de 2010

Norteado




Es increíble mirar cómo el viejo sueño americano a pesar de los años, a pesar de la saturación demográfica al otro lado de la frontera, se sigue viendo como la gran panacea, gracias a que como país, no hemos podido dar el ancho para solventar los problemas agrarios que gracias a las mafias y los desleales tratados de comercio, tienen a las zonas rurales mexicanas en la maldita miseria. Las cifras nos siguen poniendo a la cabeza y por mucho, del porcentaje de inmigración latina que ocupa puestos de trabajo carentes de seguridad social y prestaciones en los Estados Unidos,
a tal grado de ser la nuestra, la población latina que ocupa poco más de dos terceras partes de la población ilegal total en ese país.
La película Norteado, muestra otra de esas realidades relacionadas al flujo de migración humana, el estancamiento de muchos aquellos que en pos de buscar un mejor nivel de vida para los suyos, quedan atrapados en el cuello de botella que forma, en este caso, la ciudad fronteriza de Tijuana. Y así, entre constantes intentos fallidos de un migrante proveniente de un lugar perdido en la sierra de Oaxaca, sin dinero, una foto de la familia y una gran deuda adquirida por el pago al pollero que lo abandonó en el desierto, el personaje de esta película logra su acomodo en un trabajo de ocasión mientras logra cruzar la frontera, y es ahí, en su condición de esclavo con posiblidad de habla, que logra conocer otras vidas similares a las de él, en donde el sueño y el abandono han dejado su raíz, para formar un jardín de traspatio, en donde los fantasmas hablan sobre lo perdido en el camino.
Si bien el tema no es de lo más nuevo, y si bien el lenguaje cinematográfico un tanto lento de la película, podría llegar a ser uno de sus enemigos, es en su naturalismo y en la búsqueda de realismo, que esta película tira sus golpes más certeros, para traernos una pequeña rebanada de realidad, desde esas latitudes del país, tan lejanas de la mano de Dios.

sábado, 1 de mayo de 2010

Homenaje a Roberto Juarroz

Cuando uno se entera que tiene los elementos y las maldiciones necesarias para llegar a convertirse en poeta, una especie de mago sin magia, un ejemplar de alucinógeno incomprensible pero no por eso menos atractivo, se encuentra con que todo lo que uno quiere decir, es muy posible, sino seguro, que ya se haya dicho antes; que el lenguaje común fue tapizando el muro de lo estético y lo sublime hasta perder a la simbología en un páramo en que pájaro es un pájaro y ya no el signo de la libertad; y que la libertad por todos puede ser lograda y que igual no sirve para nada. Entonces a veces no queda sino admirar y redescubrir lo escrito entre líneas, no caer ante la tentación del heruditismo de no tener una puta idea de lo que se escriba mientras suene apantallante, o de lo contrario, ser totalmente predecible como una quinceañera de veinte años que cree que escribe poemas. Así pues, en ese terreno intermedio de lo que parece demasiado común por sus formas métricas y melódicas, pero que aún así encuentra el gancho perfecto de la duda en el misterio, tenemos a esta tímida celebridad de las letras argentinas de mitad del siglo XX con su imantación evocadora de la eterna pérdida, y esa sensación de estar siendo víctima de una extracción ocular mientras experimentas el ritual, de una lectura que promete sacudir tu mundo.

Los minutos negros




Somos un país sin memoria, dicen aquellos que reclaman el olvido ya no de las cosas lejanas, sino del mismísimo ayer que en estas latitudes del tiempo y el espacio se desvanece como ceniza, apenas cruza la puerta inclemente de la noche. También dice un hombre, Martín Solares, que en esta vida, cada quien tiene sus cinco minutos negros, su pequeño viacrúcis, su pequeña puesta en escena donde se duda, vuelva otra vez a amanecer.
Como ya muchas personas ajenas al país lo han marcado, vivimos en un lugar donde el mito y la verdad se mezclan para formar una alegre melancolía, un sitio en donde la leyenda se renueva día tras día y salva o simplemente disfraza a la realidad, porque la realidad es atroz y es sólo un territorio destinado para los verdaderamente enfermos de locura. Así pues es que podemos encontrar a gente que inspirada en la escuela dejada por maestros como Ramón del Valle Inclán, Juan Rulfo y Rafael Bernal, hacen de la novela negra, un territorio propio, con nuevos matices en el que la cultura pop se entremezcla con la vieja escuela de la espiritualidad, el esperpento, el horror y la nota roja.
Y es en países como el nuestro, en donde los villanos a plena luz del día, son los encargados de salvaguardar nuestra integridad, y a cambio nos recetan puñaladas y un sin número de razones para poner en tela de juicio la prostituta figura de la justicia ciega.
Una novela en tres tiempos en que el detonante de la bomba literaria, es el homicidio de un joven reportero, que por razones de su corazón niño, se obstinó por reabrir el caso de un abusador y asesino de menores, que décadas atrás fue archivado en pos de mantener estable el sistema burocrático vigente. La reapertura del caso por un judicial veterano de un pueblo intexistente en Tamaulipas que arriesga sus últimas fichas en la vida, precisamente para brindarle sentido al teatro del que siempre fue un simple espectador. Y un viaje al tiempo en que la investigación, en los años de los setenta, fue emprendida por un joven judicial que llegó a su puesto porque necesitaba ganarse la vida después de haberse peleado con el líder del grupo músical al que pertencía, el mismísimo Rigo Tovar.
Estrepitozos choques de automóviles, asesinatos a sangre fría, riñas entre policías, nahuales, narcotráficantes bizarros, Alfred Hitchcock, un viejo criminalista mexicano muy famoso y nostalgias que jamás se podrán abandonar sino con la muerte, son los elementos que hacen de esta obra literaria, una opción interesante para el lector que busca variantes propias y novedosas de lo que se respira en México.

lunes, 26 de abril de 2010

La ciudad de las tormentas




Terminada la operación infierno sobre los enemigos que nos construímos, necesario era para un sector de los Estados Unidos(la ralea más puerca y mafiosa de la que jamás la historia haya visto semejante parangón). inventar una nueva guerra para proveerse de nuevas materias primas y por supuesto, cantidades bestiales de dinero. Que Sadam Hussein jamás fue lo que podría decirse un santo, sino todo lo contrario; que George Bush necesitaba seguir alimentando las cabezas de sus votantes, educados bajo la linea "de somos los únicos seres merecedores de Dios en la tierra"; que la comunidad internacional nunca tuvo los tamaños huevos bien plantados para desarticular la conspiración generada desde la oficina oval en la casa blanca y así sembrar la duda sobre la producción y almacenamiento de armas de destrucción masiva en el corazón de Irak; que simplemente somos expectadores de las más nefastas triquiñuelas auspiciadas por los dueños de la urbe.
Partiendo de esta premisa pésimamente elaborada por mi parte, la película "The green Zone", basada en la novela del mismo nombre, el realizador Paul Greengrass, mayormente conocido por las últimas dos entregas de la trilogía Bourne, nos lleva, cámara en mano, de la mano del actor Matt Damon, que representa a un soldado insurgente de las fuerzas armadas norteaméricanas, a imbuírnos en las infernales calles de Bagdad para desenmarañar el complot organizado en por de debastar y someter a un país solamente porque tiene el control de uno de los bastiones más grandes de petróleo en el planeta.
Vertiginosamente, y poseedora desde ya, de una de las secuencias más interesantes del cine bélico y de acción, en donde un comando de fuerzas especiales somete a otro comando estadounidense para robarles a sus captores, piezas fundamentales en la investigación del supuesto almacenamiento de inexistentes armas de destrucción masiva, este filme es también una denuncia grandísima, contra un régimen, que sabiendas de que la ocupación es desleal, abusiva e ilógica, continúa manteniendo tropas sobre un territorio ajeno, y promoviendo un gobierno puramente de interés.
Otro punto a subrayar es la línea ética en donde nadie queda libre de culpas, la CIA con su desentendimiento, el ejército y su obediencia imbécil, el partido opresor de Hussein en el poder que erradicó a miles de curdos y sunitas por horrendos odios étnicos; nadie se salva. Sólo la conciencia de que todo algun día pueda ser salvado por la verdad. Enhorabuena, "La ciudad de las tormentas", es una película que no deben dejar pasar.

Camino a la redención


"Todos dicen que mi padre fue una mala persona, lo único que puedo decirles, es que fue mi padre".... Creo que más o menos esas eran las palabras de Michael Sullivan Junior al inicio y al final de la película "Camino a la perdición". Y más o menos podría apuntarse como el prólogo y epílogo que da secuencia narrativa al documental producido por el realizador argentino Nicolás Entel, "Los pecados de mi padre". De viva voz y en una forma confesional Pablo Escobar hijo, brinda una pormenorizada biografía compartida con su padre, desde la opulencia de ser el más alto y poderoso líder del crimen organizado en la Colombia de finales de los ochentas y principios de los noventas, hasta su declive y persecución por los hombres que en un pasado tuvieron con él vínculos muy cercanos.
Ser hijo del demonio no es fácil, cargar con toda esa genética que arrastra consigo las ansias del poder a costa de lo que sea, sobre las vidas de quien sea, sobre un país golpeado siglo tras siglo por las vejaciones de los nuevos mesías no fue cosa fácil. Y por eso, tal vez por eso, el valor de esta pieza documental tenga en sí su mayor mérito. Su no apología o humanización de lo inhumanizable, sino la búsqueda del perdón por los daños cometidos a una población que hasta estas fechas carga con un sinúmero de grupos paramilitares, cárteles de la droga y gente sin escrúpulos que tienen, al igual que nuestro país, el control bajo el régimen del miedo.
Si bien este documental rompe el estereotipo de lo subjetivamente informativo para convertirse en una dramatización documentada, al ser el arma conciliadora entre Pablo Escobar Jr y los hijos de los políticos que su padre mandó asesinar de forma cobarde a principios de los noventas, no deja de ser loable su función social de denuncia al subrayar con una pluma delineadora de sangre, la máxima por muchos de nosotros conocida: "El crimen no paga".
Cuántas historias como esta habrán de repetirse hasta el término de la humanidad para que al fin comprendamos como ente social, o mundial, que la vida humana está por encima de todo: ideales, ambición, poder... Tal vez es simplemente nuestra eterna condición animal y salvaje, llevada al límite, lo que nos impedirá por los siglos de los siglos entrar en razón.

sábado, 13 de marzo de 2010

Alicia, muchos años después.




En verdad que asistí al cine con la premisa de esperar lo peor, puesto que, con sus dos anteriores realizaciones, El cadáver de la novia y El barbero del diablo, el señor Tim, me había dejado con mi hambre de narrativa sin llenar. Antes que nada, y sin afán de ofender a los que toman las obras de Lewis Carrol como su propia biblia, debo decir que esta vez el señor Burton, se esmeró por generar una línea narrativa con sus tres necesarias etapas de un planteamiento, un desarrollo y un desenlace sino inesperado, al menos más afortunado que en sus últimas grandes decepciones. El personaje de una crecida Alicia, con las resacas de una pesadilla contínua durante más de una década, alimentadas por las dos obras del escritor ya mencionado, marcan el silbatazo inicial de salida, para un mundo burtoniano con reminicencias de carácter, emparentadas a su gran obra "Eduardo Manos de tijera". Extraña, ajena al microcosmos dominante, con la herencia genética de un padre incomprendido para sus tiempos y cargando sobre sus hombros, la pesada loza del luto por la pérdida del mismo, la historia de Alicia brinda guiños, a aquella obra de nuestro genio oscuro de los filmes españoles, "El laberinto del fauno", para explicar en su psicología del escape, el tener que recurrir a un mundo paralelo para no caer hecha girones ante la realidad aplastante.
Si bien la peli no es de un negro, más negro que la noche, ni de alcances sombríos épicos, como nos gustaría que tal vez fuera, dadas las características del director en turno, hay que tomar en cuenta que la casa productora de esta peli, y quien tiene los derechos de las obras de Carrol, son los estudios disney, una empresa dedicada al cien a un público infantil y adolescente, por lo que no podríamos esperar un desgarriate visual de oscuridad al estilo Rob Zombie. En contraparte, también habría qué definir los elementos conformantes del discurso cinematográfico Burtoniano (existencialismo para principiantes más unos toques de goticidad para niños) antes de emitir juicios a la ligera, diciendo que la casa del ratón absorvió al padre putativo de Bettlejuice.
Habría también que poner en claro una cuestión, la obra de Carroll no sería tan famosa de no ser por esa primera realización encabezada por Walt Disney de 1951, la cual, no fue posible después de más de un par de décadas de obsecada búsqueda de recursos monetarios, para llevarla a una realidad animada con el trabajo de más de 750 artistas gráficos y cinco directores.
Ahora surge la misma pregunta, como sucede casi siempre que se lleva una de estas obras literarias a la pantalla grande: ¿A qué lector le gusta que se metan con su imaginación, o su particular percepción del mundo fantástico?... Supongo que casi a nadie, por eso es que Burton retoma los personajes de las dos Alicias de Carroll para generar su propia secuela, tomando como supuestos todos los hechos sucedidos en el pasado.
En el renglón tocante a las actuaciones, como ya es una reiterada costumbre, nos volvemos a encontrar con la señora Bonham Carter y el siempre joven, e infumable para algunos, Johnny Depp, que en esta ocasión, en sus papeles de la reina roja y el sombrerero, hacen gala de la rama psicofísica de la actuación chejoviana, siempre tan característica en los filmes de Burton, para brindar soporte al personaje principal de Alicia, una cara nueva del cine australiano, con mucho trabajo aún por desarrollar. Por otro lado, Ann Hathaway, en su papel de la reina blanca, una mezcla de glamour gay y mortuorio, brinda, con su sobreactuados modales, una rara chispa a la peli. Las animaciones de los personajes circundantes son de una chispa loca y mágica sin parangón alguno, destacando las del conejo blanco con brotes psicóticos, el gato con cualidades fantasmales, la oruga pacheca, los pelones imbéciles y las barajas rojas que ahora lucen más sombrías que de costumbre, como si se hubiesen fusionado con jugadores de futbol americano.
La música de Danny Elfman, si bien es algo reiterativa y pan con lo mismo de lo que le conocemos durante su trabajo con Burton, brinda un marco sonoro contenido y adecuado a los cambios dramáticos y atmósfericos de la cinta. Ahora bien, el tema final a cargo de la canadiense Avril Lavigne, la burguesita pseudorebelde absorvida en su totalidad por la cultura pop, viene con un tema no tan malo, a terminar de confundir a la audiencia que esperaba de Burton otra cosa. Le mete una estocada final a este "realizador de culto". Por suerte habrá quienes aprecien el esfuerzo realizado, de eso, estoy seguro. Y los niños... Pregúntele mejor a los niños, que fue el público para el que fue hecho esta película.

Saludos.

lunes, 1 de marzo de 2010

The Lovely bones



Alguna vez, uno de mis amigos, y de los contados lectores de calidad que me honro de tener en este, mi panteoncito de memorias, me pidió que publicara alguna reseña sobre cine, o que simplemente recomendara películas. Si bien lo que a continuación haré no será traer una película que luzca como nueva ante sus ojos, sí es una película que me provocó muchas cosas, y como recién la vi ayer, pues aprovecho para comentarla.

Como ustedes sabrán uno de mis más grandes dolores, y recurrentes temas, es la insuperable nostalgia que me causa el ya no poder estar con Mi hermana Karylú, y qué mejor que Peter Jackson, vía su libre adaptación de la novela "Lovely bones", para venir a tallar, con las venas de un habanero, la herida que no cierra. Así pues, con ciertas reminisencias a "Más allá de los sueños" (en donde aparecía aquél, por algunos insufrible Robin Williams), el director que recobró una inusitada fama a partir de su adaptación de la obra cumbre de JR Tolkien, nos lleva por una multicolor gama de atmósferas y escenarios a sentir, en carne viva, lo que es estar muerto, y además haber quedado en el umbral de ser niño, y ya jamás poder dar el paso hacia la adolescencia.
Dentro de los corazones, dentro de lo más recóndito y asqueroso de la mente humana, cada persona guarda su pequeña conspiración, su dicotomía ángel-asesino (como aquél personaje, Archivaldo de la Cruz, del buñuelezco "Ensayo de un Crimen"), y es justo en ese espacio donde el niño con sonrisa del averno, regresa por temporadas, a la mente de un hombre que jamás pudo madurar para buscar una armonía en el difícil trabajo de vivir. Y es ahí donde el antagonista clava sus garras y donde sólo al parecer actuará la justicia divina, porque parece que Dios y su máquina llega tarde, demasiado tarde, para dar al clavo con su egoísta narrativa aristotélica.
"Para todos existe un cielo; para todos, una esperanza; para todos, la venganza. Un caballete, el marco y la tela, de los cuales poder sacar las más lúgubres e intensas iridiscencias, las más tristes memorias."
Cuentan las malas lenguas, la novela que dio inspiración a la película, fue escrita por una chica (Alice Sebold) que fue ultrajada. ¿Cuántos, en mayor o menor forma, no hemos sido ultrajados por la vida, y cuántos como su autora, al menos de momento, hemos podido decir: he podido olvidar, he hecho del crimen del que fui objeto, una obra de arte?
Es aquí donde el señor Jackson, logra su más grande acierto al conseguir los derechos de la novela, tiempo antes de que esta fuera concluída para poder llevarla a la pantalla, puesto que logra brindar con grandilocuencia mágica en la visión, relación padre-hija, un vínculo que permanece más allá de la vida al combinar de la protagonista que es afín a las chicas de películas románticas, juveniles y frescas de fin de semana; con la visión atroz, de horror profundo, que es para un padre como niño, perder la hija, la amiga que siempre quiso tener...¿Cómo no doblarse a tal grado de llorar como una quinceañera ante la pantalla, con esta mezcla de elementos? ¿Cómo no sentirse agredido e iluminado con la protagonista, cuando te mira a los ojos y te cuestiona, claramente, desposeída de materia, desde su cielo?