lunes, 26 de abril de 2010

La ciudad de las tormentas




Terminada la operación infierno sobre los enemigos que nos construímos, necesario era para un sector de los Estados Unidos(la ralea más puerca y mafiosa de la que jamás la historia haya visto semejante parangón). inventar una nueva guerra para proveerse de nuevas materias primas y por supuesto, cantidades bestiales de dinero. Que Sadam Hussein jamás fue lo que podría decirse un santo, sino todo lo contrario; que George Bush necesitaba seguir alimentando las cabezas de sus votantes, educados bajo la linea "de somos los únicos seres merecedores de Dios en la tierra"; que la comunidad internacional nunca tuvo los tamaños huevos bien plantados para desarticular la conspiración generada desde la oficina oval en la casa blanca y así sembrar la duda sobre la producción y almacenamiento de armas de destrucción masiva en el corazón de Irak; que simplemente somos expectadores de las más nefastas triquiñuelas auspiciadas por los dueños de la urbe.
Partiendo de esta premisa pésimamente elaborada por mi parte, la película "The green Zone", basada en la novela del mismo nombre, el realizador Paul Greengrass, mayormente conocido por las últimas dos entregas de la trilogía Bourne, nos lleva, cámara en mano, de la mano del actor Matt Damon, que representa a un soldado insurgente de las fuerzas armadas norteaméricanas, a imbuírnos en las infernales calles de Bagdad para desenmarañar el complot organizado en por de debastar y someter a un país solamente porque tiene el control de uno de los bastiones más grandes de petróleo en el planeta.
Vertiginosamente, y poseedora desde ya, de una de las secuencias más interesantes del cine bélico y de acción, en donde un comando de fuerzas especiales somete a otro comando estadounidense para robarles a sus captores, piezas fundamentales en la investigación del supuesto almacenamiento de inexistentes armas de destrucción masiva, este filme es también una denuncia grandísima, contra un régimen, que sabiendas de que la ocupación es desleal, abusiva e ilógica, continúa manteniendo tropas sobre un territorio ajeno, y promoviendo un gobierno puramente de interés.
Otro punto a subrayar es la línea ética en donde nadie queda libre de culpas, la CIA con su desentendimiento, el ejército y su obediencia imbécil, el partido opresor de Hussein en el poder que erradicó a miles de curdos y sunitas por horrendos odios étnicos; nadie se salva. Sólo la conciencia de que todo algun día pueda ser salvado por la verdad. Enhorabuena, "La ciudad de las tormentas", es una película que no deben dejar pasar.

Camino a la redención


"Todos dicen que mi padre fue una mala persona, lo único que puedo decirles, es que fue mi padre".... Creo que más o menos esas eran las palabras de Michael Sullivan Junior al inicio y al final de la película "Camino a la perdición". Y más o menos podría apuntarse como el prólogo y epílogo que da secuencia narrativa al documental producido por el realizador argentino Nicolás Entel, "Los pecados de mi padre". De viva voz y en una forma confesional Pablo Escobar hijo, brinda una pormenorizada biografía compartida con su padre, desde la opulencia de ser el más alto y poderoso líder del crimen organizado en la Colombia de finales de los ochentas y principios de los noventas, hasta su declive y persecución por los hombres que en un pasado tuvieron con él vínculos muy cercanos.
Ser hijo del demonio no es fácil, cargar con toda esa genética que arrastra consigo las ansias del poder a costa de lo que sea, sobre las vidas de quien sea, sobre un país golpeado siglo tras siglo por las vejaciones de los nuevos mesías no fue cosa fácil. Y por eso, tal vez por eso, el valor de esta pieza documental tenga en sí su mayor mérito. Su no apología o humanización de lo inhumanizable, sino la búsqueda del perdón por los daños cometidos a una población que hasta estas fechas carga con un sinúmero de grupos paramilitares, cárteles de la droga y gente sin escrúpulos que tienen, al igual que nuestro país, el control bajo el régimen del miedo.
Si bien este documental rompe el estereotipo de lo subjetivamente informativo para convertirse en una dramatización documentada, al ser el arma conciliadora entre Pablo Escobar Jr y los hijos de los políticos que su padre mandó asesinar de forma cobarde a principios de los noventas, no deja de ser loable su función social de denuncia al subrayar con una pluma delineadora de sangre, la máxima por muchos de nosotros conocida: "El crimen no paga".
Cuántas historias como esta habrán de repetirse hasta el término de la humanidad para que al fin comprendamos como ente social, o mundial, que la vida humana está por encima de todo: ideales, ambición, poder... Tal vez es simplemente nuestra eterna condición animal y salvaje, llevada al límite, lo que nos impedirá por los siglos de los siglos entrar en razón.