domingo, 19 de julio de 2009

Escribir al silencio.

Cierro los ojos y la primera línea que viene a mi cabeza de aquél viejo mágico llamado Juan José Arreola, es: "La mujer a la que amé, se ha convertido en un fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones." Ya haciendo más memoria rasco las neuronas y encuentro algún pasaje sobre el guardaagujas, aquella larga conversación entre un hombre que espera el tren,en un pueblo donde no se sabe cuándo diablos volverá a pasar, y un lugareño que le explica las visicitudes del transporte férreo en aquella tierra olvidada de Dios. Después mi mente transita con la fuerza de una tortuga y recuerdo a mi hermana Kary, al frente de una handycam prestada de la escuela, leyendo un cuento (también de un libro prestado) del señor Arreola, en el que mencionaba cuervos, y campos de maíz. Sólo eso recuerdo.

Pero lo bueno es que para los males de olvido tengo una novia, sencilla, alegre, enfermiza, nostálgica, estoica, silenciosa, que a veces, muy de vez en cuando, me lee si se lo pido. Y sucede que su único as bajo la manga, es precisamente el confabulario del señor Arreola. De esta forma, el pasado viernes, invocando al señor Salazar, aplicamos la de a "pues... el título que suene más chido" y escogimos el silencio de Dios, un diálogo a dos misivas en la que un hombre muestra su esencia expuesta siempre más a los pecados que a las virtudes, y se reconoce pequeño, tan cercano a Satanás, tan lejano al cielo. Y culmina con una reflexión bárbara, el hombre que escribe la carta, termina diciendo que casi da por sentado el hecho de que su misiva terminará siendo acomodada por algun ángel, dentro de un archivo en el que sólo reina el silencio.

Así, después de leer lo que contestaría Dios, su Dios, a aquél hombre tan preocupado en temas ontológicos, Nuria y yo, nos dimos a la tarea de echar a volar la poca imaginación que tenemos para dibujar, como niños de kinder, algo que se hubo desprendido de la lectura para habitar en nuestras mentes.

Acá nuestros dibujillos:


lunes, 13 de julio de 2009

Siempre otra vez niño.



Antes de empezar este comentario, quisiera pedir disculpas al joven Paco Espinoza y a todo aquél que se pudo sentir ofendido, por mi entrada agresiva que recuerda a esa canción de Francisquita la del barrio "Me saludas a la tuya". Ahora bien quisiera remitirme a esos tiempos de la primaria en que la vida era mucho más sencilla y menos trágica que ahora. Sucede que el día sábado once de Julio, acompañado por tres amigos de esos tiempos, visité las instalaciones de seis banderas México, y pude volver a recordar, en carne viva lo divertido que era ser niño, y poder volver a ser niño, aunque sea por un día. De esas tres personas, al menos guardo una muy buena añoranza de los tiempos perdidos.

El primero, de mi amigo Victor (el chico de la máscara azul con barbitas (Volador jr), siempre de estatura pequeña, y siempre de tan buen corazón como para defender a sus amigos. Este muchacho fue como el hermano hombre que nunca tuve, pasó al menos dos años de su vida, practicamente, viviendo en mi casa, hasta que el final de la primaria puso una pausa prolongada en nuestra amistad.

El segundo, Carlos Abraham Serrano (el muchacho de prominentes entradas y camiseta de las chivas), era un chico más bien introspectivo que guardaba su magia para aquellos que fueran como él, geniales locos en su interior, y parco para aquellos que no ofrecieran virtudes humanas. De él guardo geniales mañanas compartidas, en las que las clases de Ciencias Sociales, se convertían, en lo que nos dio por llamar Ciencias Payasadas. Lo que hacíamos era sentarnos juntos en esa materia, y transformar los aburridos dictados sobre las culturas del mundo en algo menos que payasadas. Un ejemplo, si la maestra decía que la Muralla China, fue mandada a hacer por un emperador para evitar las arremetidas de pueblos bárbaros y enemigos al interior, nosotros decidíamos que la historia debería ser más divertida y que la muralla China fue construída con bloques de LEGO porque el emperador nada más no le gustaba jugar GO, y además, sufría de serios problemas de xenofobia.

El tercero, Benjamín Mejía (el chico con la máscara del super muñeco), niño de grandes virtudes humanas, siempre amigo y siempre dispuesto a ofrecer lo que no tenía, comparte un recuerdo que me persigue hasta estos días. Sucede que en un bailable para el día de las madres, en nuestro quinto año de primaria, la niña que más me gustó, la niña por la que yo asistía a la escuela, a la mera hora, tras banbalinas, antes de salir a escena me pidió que bailara con ella, valiéndole madres que tenía de pareja al amigo Benjamin. Y la verdad ya no recuerdo si desistí a la utópica petición de aquella mujercita porque Benja era mi amigo, o porque nada más no se me daba lo anarquista en esos tiempos. Así bien, con él comparto esa sensación de: ¿Y si yo hubiera?

¿Quién dice que no se puede viajar en el tiempo?... Mientras haya vida, y exista la posibilidad de revivir a aquellos muertos de nuestro pasado que viven, o que mueren día a dia bajo el tamiz de la indiferencia, hay que mirar atrás, para entender que voltear no significa retroceder. Recordar es vivir, y también morir, yo por eso no me olvido de ser niño, yo por eso, siempre que puedo, intento no ser partícipe del funeral que muchos dan a ese niño que alguna vez fueron.

viernes, 10 de julio de 2009

Sentado bajo el árbol de la noche triste Mexica



Existen dos temas de los que me gustaría hablar, el primero es sobre la noticia que anula la barrida del Partido de la Revolución Nacional en los pasados comicios electorales del domingo, en lo que creo, sería la mente del mexicano promedio, esto es: la ya casi cotidiana mala actuación de la selección mexicana de futbol, coronada por la expulsión de su técnico, el señor Javier Aguirre, quien, ocultándose en una supuesta patada para regresar el balón, impactó a uno de los jugadores del equipo panameño. Si bien el altercado lo único que hizo fue elevar el alto grado de frustración, expresado en el rostro de los más de 50 000 espectadores mexicanos que se encontraban en las gradas del estadio en la ciudad de Houston, para que comenzaran a arrojar toda clase de objetos a la cancha, lo que más llamó mi atención, fuera de aquél discurso políticamente correcto de los cronistas deportivos -"El vasco perdió la cabeza cuando la selección estaba mostrando su mejor juego"- es el hecho de que el equipo mexicano no estaba jugando bien, y sólo había llegado a la portería contraria, en una ocasión de contragolpe, apenas rebasados los 10 minutos de juego, nada más. Razón definitiva como para querer entrar a la cancha a golpear a uno de esos tosudos jugadores panameños, o mejor aún, razón justificable para irse en contra de alguno de sus pupilos y cocerlos a zapes hasta que entendieran el motivo por el que estaban en esa cancha. Se podría decir lo que sea, que Panamá resultó una onceava complicada que no quería jugar ni dejar jugar pero, una cadena desastroza de muchos partidos del equipo mexicano, demuestra que no era Panamá, sino ellos, otra vez, en el mismo laberinto, del no saber qué hacer con un balón en un terreno de juego.

Es una pena horriblísima despertar después de haberse drogado con el sueño americano. Aquella selección mexicana ganadora del mundial juvenil, nada más no termina de cuajar con el sistema de los supuestos experimentados. Después de aquella pasable (otra vez mediocre) actuación en el mundial de Alemania, la situación del equipo nacional no ha logrado la providencia en lo más mínimo. Y ahora, sentado en el banquillo de la noche triste mexica, lo único que se rescata es la forma en que un entrenador,el tercero para ser exactos, se deja de poses de diva, o de indiferencia al estilo sueco, y decide entrarle al teatro, cuando su equipo está como para ser empalado.

Aplaudo esa actitud querido Vasco. Te entiendo, es horrible esa sensación de saber que jamás ganaremos un mundial.

jueves, 2 de julio de 2009

En el corazón de las tinieblas


Retomo este título acuñado por Joseph Conrad para hablar sobre una de las pequeñas grandes tragedias que embargan la inmediatez del pancracio nacional. Ya lo dijo en el pasado el señor André Bretón: México es un país surreal; imposible sería armar un teatro fársico y barroco, cuando lo que se tiene es una realidad, así: fársica y barroca. De esta forma, parida como por un Dios de corte bacanal, tenemos a la lucha libre mexicana y a todas las calaveras y diablitos que de ella podrían producirse. La noticia de esta semana, se adhiere a esa pequeña cadena de sucesos desafortunados, que podrían formar parte de algún guión cinematográfico, salido de la pacheca mente del señor Alejandro Jodorowsky.
La madrugada del miércoles primero de Julio del año en turno, se descubrieron, en un hotel cercano a la Arena Coliseo, los cuerpos sin vida de los gemelos Alberto y Alejandro Jiménez, que fueran mejor conocidos, en el ambiente de la lucha independiente, como Parkita y Espectrito. Las investigaciones señalan que, tras su participación en una función luchística el pasado fin de semana en tierras tapatías, estos luchadores de pequeñas dimensiones, regresaron a la ciudad a festejar al estilo Jalisco, a Garibaldi, el mismísimo corazón de las tinieblas de una de las películas (Santa Sangre) del “director de cine” citado en el párrafo anterior. Ya entrada la noche las ahora víctimas, se encaminaron por la calle Incas al hotel Moderna, acompañados de lo que al parecer, eran un par de prostitutas. Horas después, estas chicas saldrían con un par de bolsas, dejando adentro de la habitación, una suerte de trágico surrealismo, la escena imperfecta y mágica de un crimen a cuentagotas. Pasado algún tiempo el encargado del hotel acudiría a tocar la puerta de la habitación, para avisar el término del tiempo por el que había sido alquilada la pieza. Tras no recibir respuesta alguna, el empleado abriría la puerta del lugar, encontrando sobre el par de camas, los pequeños cadáveres de los luchadores. Se sospecha que los ahora occisos fueron probablemente, víctimas de una banda de prostitutas conocidas como las “goteras”, un grupo delictivo cuyo modus operandi, es la de sedar a su clientela con gotas oftálmicas diluídas en bebidas alcohólicas, para a la postre dejar inconscientes a sus víctimas y llevarse sus pertenencias.
El término “Divertirse como enanos”, acá tocó una trágica escala de notas, que, acompañada con las lluviosas y tristes mañanas de verano capitalino, trajeron como consecuencia una noticia tan negra como la noche.
Descansen en paz este par de inmortales de los encordados nacionales. Ya el cielo abrió sus puertas para sus pequeños luchadores.