domingo, 11 de marzo de 2012

Usted, la roja sangre de mi cuerpo

Es hermosa esta locura de vidrios en el suelo que me das
y yo siempre tan descalzo. Es precioso el regalo nocturno
de este perfumado infierno de ir tan embriagado de oraciones
que se extravían en cualquier amor y que nada saben de juramentos.

No cambio al paraíso de tu fuego
ni a los alfileres que hasta el hueso he puesto
para permanecer como una especie de inofensivo insecto
en la vitrina de un fantasma aficionado a la entomología en otros planetas.

Te he dicho poesía que cuando más me hiere la vida, más aprecio
las balas que extraigo de mi cuerpo para convertirlas en palabras.
Te he dicho poesía que es a ti a quien más extraño, cuando me descubro
en el reflejo de los charcos tan ahogado, tan de sinrazones lleno, o cuando me reconozco
tan repleto de silencios, que sé que te debo algo y que no merezco... que no te merezco.

martes, 6 de marzo de 2012

Si mi voz en la distancia

Incierto como un ruido extraño.
Incierta la sensación que recorre el panorama.
De mi piel a tu piel y de mi boca a tu boca la palabra.
Cimbras los cimientos del bosque.
De la raíz a la copa de los árboles,
el viento peina con su melodía ciega
el espacio aéreo en que si cierro los ojos comienzo a verte.
Inicia de nueva cuenta, por tercera noche, la intermitente pérdida.
Desapareces otra vez y estoy ahí,
tendiendo mi mano al otro extremo en que si abres los ojos,
te llamo sin mediar oraciones.

Si te nombro mañana

Si te nombro,
tu otra presencia sin pedir permiso,
viene a mi encuentro.
Y puedes verme sin necesidad de preguntar porqué
ese escalofrío o porqué ese crispar de tu piel
te llama a estremecerte con una furia tierna,
como si entrases a las primeras horas
de una nueva constelación de referentes,
como si cruzaras lenta y silente
el telón de una nueva mañana.

Marea de la noche

La marea baja de la nostalgia va mojando
con una turbia y dulce calma
la osamenta del amor que nos conjuramos.
Nuestra piel se va alejando del nombre compartido.
Comenzamos a ver la radiografía más clara.
Se apaga la luz. Sabemos reconocer nuestros aromas
a través del tiempo muerto.
Existen brasas que se resisten a la gris y atroz
eternidad de su condición ceniza.
No me liberes. No me salves. No me alejes. No me llames por el mismo nombre tan desgastado y roto de antes. No te lastimes. No me lastimes lastimándote. No te libres. No obvies el dolor. No te encarnes en él. No me dejes pensar en ti como lo que nunca fuiste. No seas la que nunca quisiste.