viernes, 28 de mayo de 2010

El secreto de sus ojos




En el año de 1976, bajo un golpe de estado organizado por la llamada Junta de Gobierno (Ejército, Marina y Aviación militar), la viuda de Domingo Perón, presidenta de Argentina, fue derrocada y detenida, detonando con este suceso, el agudizamiento de lo conocido como "La guerra sucia", en la que más de 30 000 argentinos fueron asesinados, torturados o desaparecidos en su país, por comulgar con supuestas tendencias políticas de corte comunista. Y es aquí, dentro de este marco histórico, en donde se desarrolla la película del laureado realizador argentino, Juan José Campanella: "El secreto de sus ojos", basada en la primera novela de Eduardo Sacheri, "la pregunta de sus ojos".

Las grandes historias son en su mayoría gestadas en tiempos de revolución, tiempos de cambio, inmisericordia, miseria; momentos en que el ser humano se plantea preguntas tan sencillas y trascendentales, como el porqué de la existencia o el para qué de la libertad. También son momentos, en que ideas radicales, como la represión a favor del totalitarismo, toman las variantes más perversas para reducir a nada, la voluntad del subyugado.

Existe en el aire un ambiente de turbia calma, la húmeda y calurosa bruma que precede al huracán. Argentina, año incierto, poco antes de la apabullante represión militar en la década de los setentas. Irene M. Hastings, joven recién desempacada de sus estudios superiores penales en los Estados Unidos, es nombrada jefa de oficina en una de las comisarías de la ciudad de Buenos Aires. Benjamín Espósito, el segundo a cargo en la oficina, un hombre bolsón de humor agudo, tal vez como cualquier agente de un ministerio público mexicano, queda inmediatamente prendado de la belleza de su nueva jefa, su comportamiento de animal extraño y el secreto de sus ojos. Aunado a este primer aviso de que el cielo es un lugar posible para los simples mortales en la tierra, poco tiempo habrá de pasar para que un crimen alarmante, la violación y asesinato de una hermosa joven de clase media, arranque al comandante Espósito de su habitual marasmo, y encuentre en la chispa de amor desmedido del esposo de la victimada, el reflejo que dentro de sí hacía falta, para luchar por una sociedad, que tal vez, él ya creía perdida.
Pasión por la vida, pulsión por la muerte, un romance tatuado con fuego en la fragua del deseo prohibido; un crimen, una dictadura, un monstruo, un libro por escribirse, una memoria que no dejará de ser espina, trauma, obstinación; una secuencia alucinante dentro del estadio del Racing; una soberbia cátedra sobre hacer y dirigir cine. Personajes reales, personajes vivos, diálogos inteligentes, naturales, humanos, soberbios. Cómo pasar de la tragedia al drama, del drama a la comedia y visceversa... ¿Cómo hacerlo y lograr una película realmente entrañable? Yo realmente no lo sé, pregúntenle mejor a Juan José Campanella, un director fuera de serie.
Muchachos, sería un crimen de lesa humanidad dejar pasar esta película.

jueves, 6 de mayo de 2010

Ricky


La poesía es el puente, muchas veces, entre aquello que se concibe imposible para un mundo de seres demasiado humanos, y uno de sucesos desbordantemente mágicos. Digamos pues que antes de llegar a esta película, muchos años antes, llegué a un cuento de Gabriel García Márquez, en el que un viejo alado aparecía tumbado en la arena, y una familia cercana a la playa, se lo llevaba al corral de sus gallinas, para convertirlo en algo así como en un monstruo de feria. Relatos como este, e historias como la planteada en la película "Ricky" del francés Francois Oçone, en donde a un bebé, de la nada, comienzan a brotarle alas en su espalda, nos muestra que el mundo de los terrestres, parece no estar preparado para este tipo de sucesos, aún más allá de la simple confrontación artística.
Con una dirección y fotografía naturalista, el proceso de una pequeña e incompleta familia francesa, perteneciente a la clase trabajadora, que es tocada por la intromisión de un hombre español, y posteriormente, por el nacimiento de un niño, con características espontánteas peculiares, esta realización de manufactura gala, es llevada a la pantalla de una forma, en que uno contempla el frágil trazo de una pintura, en donde los elementos de la costumbre, se van viendo transtocados por el fulgor de un pincel poeta, para dar forma a un poema multimedia, que tal vez, el finado pintor español Salvador Dalí, podría haber acomodado en el rango del hiper realismo metafísico.
Erotismo costumbrista, frialdad citadina, diálogos comunes, personajes entrañables, efectos visuales entre lo artesanal y lo naïve, son algunos de los elementos que hacen de esta película, una genial opción para llenarse de magia la vista durante un par de horas.

lunes, 3 de mayo de 2010

Norteado




Es increíble mirar cómo el viejo sueño americano a pesar de los años, a pesar de la saturación demográfica al otro lado de la frontera, se sigue viendo como la gran panacea, gracias a que como país, no hemos podido dar el ancho para solventar los problemas agrarios que gracias a las mafias y los desleales tratados de comercio, tienen a las zonas rurales mexicanas en la maldita miseria. Las cifras nos siguen poniendo a la cabeza y por mucho, del porcentaje de inmigración latina que ocupa puestos de trabajo carentes de seguridad social y prestaciones en los Estados Unidos,
a tal grado de ser la nuestra, la población latina que ocupa poco más de dos terceras partes de la población ilegal total en ese país.
La película Norteado, muestra otra de esas realidades relacionadas al flujo de migración humana, el estancamiento de muchos aquellos que en pos de buscar un mejor nivel de vida para los suyos, quedan atrapados en el cuello de botella que forma, en este caso, la ciudad fronteriza de Tijuana. Y así, entre constantes intentos fallidos de un migrante proveniente de un lugar perdido en la sierra de Oaxaca, sin dinero, una foto de la familia y una gran deuda adquirida por el pago al pollero que lo abandonó en el desierto, el personaje de esta película logra su acomodo en un trabajo de ocasión mientras logra cruzar la frontera, y es ahí, en su condición de esclavo con posiblidad de habla, que logra conocer otras vidas similares a las de él, en donde el sueño y el abandono han dejado su raíz, para formar un jardín de traspatio, en donde los fantasmas hablan sobre lo perdido en el camino.
Si bien el tema no es de lo más nuevo, y si bien el lenguaje cinematográfico un tanto lento de la película, podría llegar a ser uno de sus enemigos, es en su naturalismo y en la búsqueda de realismo, que esta película tira sus golpes más certeros, para traernos una pequeña rebanada de realidad, desde esas latitudes del país, tan lejanas de la mano de Dios.

sábado, 1 de mayo de 2010

Homenaje a Roberto Juarroz

Cuando uno se entera que tiene los elementos y las maldiciones necesarias para llegar a convertirse en poeta, una especie de mago sin magia, un ejemplar de alucinógeno incomprensible pero no por eso menos atractivo, se encuentra con que todo lo que uno quiere decir, es muy posible, sino seguro, que ya se haya dicho antes; que el lenguaje común fue tapizando el muro de lo estético y lo sublime hasta perder a la simbología en un páramo en que pájaro es un pájaro y ya no el signo de la libertad; y que la libertad por todos puede ser lograda y que igual no sirve para nada. Entonces a veces no queda sino admirar y redescubrir lo escrito entre líneas, no caer ante la tentación del heruditismo de no tener una puta idea de lo que se escriba mientras suene apantallante, o de lo contrario, ser totalmente predecible como una quinceañera de veinte años que cree que escribe poemas. Así pues, en ese terreno intermedio de lo que parece demasiado común por sus formas métricas y melódicas, pero que aún así encuentra el gancho perfecto de la duda en el misterio, tenemos a esta tímida celebridad de las letras argentinas de mitad del siglo XX con su imantación evocadora de la eterna pérdida, y esa sensación de estar siendo víctima de una extracción ocular mientras experimentas el ritual, de una lectura que promete sacudir tu mundo.

Los minutos negros




Somos un país sin memoria, dicen aquellos que reclaman el olvido ya no de las cosas lejanas, sino del mismísimo ayer que en estas latitudes del tiempo y el espacio se desvanece como ceniza, apenas cruza la puerta inclemente de la noche. También dice un hombre, Martín Solares, que en esta vida, cada quien tiene sus cinco minutos negros, su pequeño viacrúcis, su pequeña puesta en escena donde se duda, vuelva otra vez a amanecer.
Como ya muchas personas ajenas al país lo han marcado, vivimos en un lugar donde el mito y la verdad se mezclan para formar una alegre melancolía, un sitio en donde la leyenda se renueva día tras día y salva o simplemente disfraza a la realidad, porque la realidad es atroz y es sólo un territorio destinado para los verdaderamente enfermos de locura. Así pues es que podemos encontrar a gente que inspirada en la escuela dejada por maestros como Ramón del Valle Inclán, Juan Rulfo y Rafael Bernal, hacen de la novela negra, un territorio propio, con nuevos matices en el que la cultura pop se entremezcla con la vieja escuela de la espiritualidad, el esperpento, el horror y la nota roja.
Y es en países como el nuestro, en donde los villanos a plena luz del día, son los encargados de salvaguardar nuestra integridad, y a cambio nos recetan puñaladas y un sin número de razones para poner en tela de juicio la prostituta figura de la justicia ciega.
Una novela en tres tiempos en que el detonante de la bomba literaria, es el homicidio de un joven reportero, que por razones de su corazón niño, se obstinó por reabrir el caso de un abusador y asesino de menores, que décadas atrás fue archivado en pos de mantener estable el sistema burocrático vigente. La reapertura del caso por un judicial veterano de un pueblo intexistente en Tamaulipas que arriesga sus últimas fichas en la vida, precisamente para brindarle sentido al teatro del que siempre fue un simple espectador. Y un viaje al tiempo en que la investigación, en los años de los setenta, fue emprendida por un joven judicial que llegó a su puesto porque necesitaba ganarse la vida después de haberse peleado con el líder del grupo músical al que pertencía, el mismísimo Rigo Tovar.
Estrepitozos choques de automóviles, asesinatos a sangre fría, riñas entre policías, nahuales, narcotráficantes bizarros, Alfred Hitchcock, un viejo criminalista mexicano muy famoso y nostalgias que jamás se podrán abandonar sino con la muerte, son los elementos que hacen de esta obra literaria, una opción interesante para el lector que busca variantes propias y novedosas de lo que se respira en México.