sábado, 1 de mayo de 2010

Los minutos negros




Somos un país sin memoria, dicen aquellos que reclaman el olvido ya no de las cosas lejanas, sino del mismísimo ayer que en estas latitudes del tiempo y el espacio se desvanece como ceniza, apenas cruza la puerta inclemente de la noche. También dice un hombre, Martín Solares, que en esta vida, cada quien tiene sus cinco minutos negros, su pequeño viacrúcis, su pequeña puesta en escena donde se duda, vuelva otra vez a amanecer.
Como ya muchas personas ajenas al país lo han marcado, vivimos en un lugar donde el mito y la verdad se mezclan para formar una alegre melancolía, un sitio en donde la leyenda se renueva día tras día y salva o simplemente disfraza a la realidad, porque la realidad es atroz y es sólo un territorio destinado para los verdaderamente enfermos de locura. Así pues es que podemos encontrar a gente que inspirada en la escuela dejada por maestros como Ramón del Valle Inclán, Juan Rulfo y Rafael Bernal, hacen de la novela negra, un territorio propio, con nuevos matices en el que la cultura pop se entremezcla con la vieja escuela de la espiritualidad, el esperpento, el horror y la nota roja.
Y es en países como el nuestro, en donde los villanos a plena luz del día, son los encargados de salvaguardar nuestra integridad, y a cambio nos recetan puñaladas y un sin número de razones para poner en tela de juicio la prostituta figura de la justicia ciega.
Una novela en tres tiempos en que el detonante de la bomba literaria, es el homicidio de un joven reportero, que por razones de su corazón niño, se obstinó por reabrir el caso de un abusador y asesino de menores, que décadas atrás fue archivado en pos de mantener estable el sistema burocrático vigente. La reapertura del caso por un judicial veterano de un pueblo intexistente en Tamaulipas que arriesga sus últimas fichas en la vida, precisamente para brindarle sentido al teatro del que siempre fue un simple espectador. Y un viaje al tiempo en que la investigación, en los años de los setenta, fue emprendida por un joven judicial que llegó a su puesto porque necesitaba ganarse la vida después de haberse peleado con el líder del grupo músical al que pertencía, el mismísimo Rigo Tovar.
Estrepitozos choques de automóviles, asesinatos a sangre fría, riñas entre policías, nahuales, narcotráficantes bizarros, Alfred Hitchcock, un viejo criminalista mexicano muy famoso y nostalgias que jamás se podrán abandonar sino con la muerte, son los elementos que hacen de esta obra literaria, una opción interesante para el lector que busca variantes propias y novedosas de lo que se respira en México.

2 comentarios:

Megara900 dijo...

No sé si sea orgullo o simplemente bondad en reconocer que todo lo que dices del país es cierto, estamos llenos de leyendas y creencias fantásticas que nos hacen vivir en un umbral donde la muerte coexiste con la vida y con la magia. Y pensar que Rigo Tovar jugó un papel importante en el desarrollo de esta historia. Tan cerca pasó de mi estado, diría yo, sin saberlo. Sin duda en aquellos años la frontera ya se volvía peligrosa para todos. Sin embargo, sea el año cual fuera, siempre ha sido difícil hacer justicia en México, quizá sea que todos conozcamos demasiado bien el arte del olvido o el de hacernos como si no hubiea pasado nada. Por supuesto que no debo perderme este libro, me ha encantado esa dirección en la que has colocado esta novela junto a Juan Rulfo y Rafael del Valle Inclán. Y tu labor se hace más grande al escribir, al leer, al difundir la obra de otros como tú... eso lo admiro y lo aplaudo.

Reptante dijo...

Muchas gracias antes que nada Meg, pero ya ni la haces, fusionaste a un par de los escritores citados, uno es Ramón del Valle Inclán, español de principios del siglo pasado, y el otro Rafael Bernal, mejor conocido a mediados del siglo xx en nuestro país; el primero conocido por el género del esperpento, el segundo por el de novela policiaca mexicana. Por otro lado, Rigo, sólo contribuyó en pequeña forma, no vayan a pensar que se trata de una novela tropical como sus pelis, nada más erróneo que eso. Y sí, nuestro país, nuestra gente, está llena de vital y oscura magia. Ojalá lo leas, siempre existe algo nuevo bajo el sol.