La marea baja de la nostalgia va mojando
con una turbia y dulce calma
la osamenta del amor que nos conjuramos.
Nuestra piel se va alejando del nombre compartido.
Comenzamos a ver la radiografía más clara.
Se apaga la luz. Sabemos reconocer nuestros aromas
a través del tiempo muerto.
Existen brasas que se resisten a la gris y atroz
eternidad de su condición ceniza.
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