Las aves que éramos,
las aves que tú y yo
en la antigua noche
a la distancia.
El aire que cortaba y la respiración
acelerada. Tus pasos al acercarte.
El acecho prudente y tu aroma a la deriva.
No importó la destrucción de la barca
que nos contenía ni el agua que se cernía
sobre la superficie de nuestro pensar
tan descalzo. Amarte era no decir
que te amaba y me amabas
como te correspondía.
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