Y yo jugaba a estar vivo,
mientras tú, en la pantalla de tus ojos,
exponías el asombro de sentir la náusea
irremediable de luz que fue estar
tan expuestamente viva. Desde esa perspectiva tuya,
con un amor tan desnudo que de tan claro
enseñaba hasta los huesos y la sencillez
que no alcanzan a describir las palabras.
Conjugados en silencio
fuimos verbos taciturnos.
Como sierpes reptantes, nuestras almas,
fueron recorriendo largos senderos de silencio,
al igual que fueron siendo una larga anticipación
de lo que sería, el final
de nuestro bosque de cometas caídos.
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