domingo, 30 de agosto de 2009

Eugenio Salvador Dalí

Regresando a esta sección que bien pudo ser bautizada por el perro zombie como "dibújame un pinche borreguito", nos encontramos con una de esas sesiones de un par de muchachos que hacen como que dibujan cuando se aburren, y en esta ocasión, el tema que dio la pauta, fue una canción del extinto grupo Mecano: "Eugenio Salvador Dalí". Escuchen la rola, si quieren claro, e intenten descifrar el enigma tras estos dibujitos realizados por la Flais (hombre muerto, hombre reencarnado, paleta de colores) y yo merol (hombre que pinta en el panteón).

Dalí se desdibuja,
tirita su burbuja al
descontar latidos.
Dalí se decolora,
porque esta lavadora
no distingue tejidos.
Él se da cuenta
y asustado se lamenta,
los genios no deben morir,
son más de ochenta
los que curvan tu osamenta,
Eugenio Salvador Dalí
Bigote rocococo
de dónde acaba el genio a
dónde empieza el loco.
Mirada deslumbrada,
de dónde acaba el loco a
dónde empieza el hada.
En tu cabeza se comprime la belleza
como si fuese una olla expres,
y es el vapor que va saliendo por la pesa,
mágica luz en Cadaqués.
Si te reencarnas en cosa
hazlo en lápiz o en pincel
y Gala de piel sedosa,
que lo haga en lienzo o en papel,
si te reencarnas en carne
vuelve a reencarnarte en tí,
que andamos justos de genios
Eugenio Salvador Dalí.
Realista y surrealista,
con luz de impresionista y
trazo impresionante.
Delirio colorista,
colirio y oculista
de ojos delirantes.
En tu paleta mezclas místicos ascetas,
con ballonetas y con tetas.
Y en tu cerebro Gala, Dios, y las pesetas,
buen catalán anacoreta.
Si te reencarnas en cosa
hazlo en lápiz o en pincel
y Gala de piel sedosa,
que lo haga en lienzo o en papel, ohooh,
si te reencarnas en carne
vuelve a reencarnarte en tí,
queremos genios en vida,
queremos que estés aquí,
Eugenio Salvador Dalí.



domingo, 16 de agosto de 2009

Un imán, una brújula, y demasiada bruma en la cabeza.





Debería tener el libro aquel que me robó algun par de semanas en el año de 2007 para hablar, como se dice, con los pelos de la burra en la mano. Pero no es así. Sólo tengo esta memoria, que se desvanece con el paso de los días, y después de todo sólo queda un rastro de ceniza y algún rostro desteñido.

Entré por la puerta, modestamente grande, para leer a uno de los autores comteporáneos más novedosos y macabros de la lengua detectivezca española, vía "El imán y la brújula"; una historia que se comienza con el andar de un asesino en serie, que mata no porque sea una apéndice del diablo en la tierra, sino porque cree, firmemente, que con la sangre caliente de niños pequeños, podrá curar un mal terminal que aqueja a su hijo. Si bien, lo que sigue es un cambio abrupto, una ruptura total en la línea narrativa, otra historia de plano, para los que tengan ganas de quedarse después de esa "breve confusión", la novela cobra un sentido vertiginoso de fuerza e intriga, que pocos, de los poquísimos autores de novela negra que he leído, me han generado.

Después de un par de semanas de no saber hilar la entrada del secuestro de la hija de un militar español; la aparición de un hombre fino y viejo, mago, y con un conejo de la suerte; un nutrido grupo de matones afromusulmanes, me dispuse a retomar la lectura e hilar la telaraña que más que viajar a un centro, parecía abrirse como un laberinto con muchos caminos y pocas salidas. Entonces me encontré con Éctor Mena, un militar desertor de la guerra en contra de los marroquíes, oriundo de una Sevilla en ruinas y en proceso, que fue encargado a recuperar dos cintas de corte Snuff y profano, en las que se pusieron en escena una combinación de alegorías evangélicas, con la pornografía más sádica y enferma que jamás se hubiera visto en el quéhacer cinematográfico de los años veintes españoles. Así pues, el andar de Mena, encarnación del héroe existencial por excelencia, comienza a coger un rumbo después de dar con una sobrina de los Saturnianos, una cofradía de adinerados y cultos parroquianos en pos de llevar a sus máximas los postulados del marqués de Sade, que dicho sea de paso, son los realizadores de tan controversiales, clandestinas películas. En su camino por la obtención de dichas cintas, este cobrador de presas compartirá camino con un jotísimo y entrañable personaje, un bizarro de Oscar Wilde, que por desgracia quedará destripado en el camino.

Esta novela, contiene en suma, una galería de personajes al parecer imposibles para nuestra realidad, pero muy posibles, pornográficamente posibles, para aquello que se sucede en las actualidades, debajo, y arriba de nuestros pequeños mundos. La labor de Biedma como escritor, es conjuntar en una especie de refinado escenario de Serie B, elementos grotezcos con aromas sólo respirables en nuestro mercado de Sonora, viscerales sentires estomacales y aquello otro que podría denominarse del olvido, o de eso que se quisiera no pensar para no hendir más el cuchillo que un día, sin saberlo nos tragamos. ¿Qué hace el diablo cuando nos vamos tan cansados a nuestras camas?

lunes, 10 de agosto de 2009

Juan Ramòn Biedma, un señor con simpatía por el chamuco.




En alguna visita express, el año pasado, a una tienda de Sam`s Club, me encontrè en la poca surtida secciòn de libros, hurgando a ver si de chiripa me encontraba con algo màs que Chopra, Àngeles Mastretta, o alguna de esas cosillas que sòlo leen las señoras de desabrida alcurnia. Fue entonces que la imagen de una portada en tonos sepia, de un hombre vestido con un traje de tres piezas y sombrero, a la usanza de los años veinte coptò mi atenciòn. El tìtulo "El imàn y la brùjula", no me dijo demasiado. Asì que chequè la contraportada y su temàtica, de un hombre contratado para encontrar unas pelìculas rodadas por los Saturnianos, unos cabrones que ademàs de sentirse algo asì como iluminatis, realizaban pelis como las de Jodorowsky Dark, pero en versiòn porno. Si bien el libro no terminò en lo que se dirìa una genial vuelta de tuerca, la sensaciòn despuès de haberlo leìdo, fue la del niño de tang cuando decía al buen jaime "Quiero màs". (Advertencia, si consigues este libro estoy seguro que no entenderàs un pito hasta que llegues por ahì de la pàgina 25..., justo ahì lo empiezas a querer y no paras hasta decepcionarte con el final)

Ya despuès di con la obra previa a ese libro, una novela por entregas que fue recopilada tambièn por ediciones B, despuès no saber dònde fue publicada ni bajo con qué periodicidad. "El espejo del monstruo" es un compendio de gente con mutaciones genèticas que se encuentra bajo la mira de un cabròn o cabrones, que los andan cazando al màs puro estilo Jalisco. O sea, con mucho apego a la religiòn y a los cànones de la forma en que mataban a los antiguos santos: hervidos, quemados en las brasas, cortados a la mitad verticalmente con sierras para cortar àrboles y cosas asì, re bonitas. Y bueno, como es costumbre en las novelas de corte detectivesco, alguien, o algunos estàn encargados a dar con èl, los responsables y parar la masacre. Estos dos personajes son Set Santiago, un abogado que pasò cinco años de su vida en la càrcel por el asesinato imprudencial de su hija Hungrìa (me lo imaginè como aquèl delantero canoso de la selecciòn italiana del 98), y el inspector Mendivia, un hombre mayor, tozco, solitario, con media cara quemada y cicatrizada cubierta por su cabello largo.

¿Quieren saber mis impresiones de las novelas? Pues tomen airecito y pronto les platicaré de porqué Paco Ignacio Taibo II se volviò fanàtico de este originario de Sevilla y ganador del premio de la semana negra de Gijón.