Debajo de la piel mi corazón te guarda,
esconde las cinco letras de tu nombre
y al fluir la sangre, la pulsación latente
ilumina cada noche, el sendero en que
contigo ya no soy un ser tan solo.
Hemos agredido la labor
de contemplar a solas
nuestras sombras, la noche
sobre la que caminamos.
Hemos transgredido la
simple barrera del amor mundano...
Tu desnudez tiene un aroma,
un sonar, un sonido,
eres una extensión de todo
lo que me nombra.
Sabes y conoces la mirada
del niño en el acantilado que separa
nuestros insignificantes planetas;
Una órbita cada noche nos acerca...
Amor es también este magnetismo
que a otros ha dado
por llamar costumbre.
Nos hemos comido las migajas
pues en cierta forma conocemos el camino.
Y cerramos los ojos para flotar
e invadir nuestros pensamientos,
dar momento a que me pienses
y tu mirada, por encima de mis ojos cerrados,
marque la pauta en que de noche,
un silente canto sonoro, llegue a los bosques
de nuestra luna, a tatuar la extraña nomenclatura
del pacto que nos une.
Te comparto mi amor que también es mi furia,
mi forma de llamarte a través de las estancias oscuras
de nuestros misterios y los espacios aéreos
que no podrán sortear, nuestras alas de mármol quebrado.
Te comparto mi muerte diaria, mi sonrisa,
rosa de pólvora, el entendimiento y la negación
de las verdades: toda sombra es relativa.
Y esta frase que apenas pronunciada
se desvanece en el olvido y gracia
de lo que es efímero: Te amo Nuria.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)