miércoles, 29 de abril de 2009

Roberta

Es una mujer apenas delgada y apenas existente. Se pasea ausente de lo que le rodea, y cuando alguien le pregunta por un libro sus ojos se encienden. Si puede recomendar uno mejor y hacer crítica destructiva sobre el que le requieren y no le gusta, lo hace. Ya después si se mete en un lío bizantino, se harta, hace su trabajo y regresa a acomodar otros libros, pensando que hay gente más pendeja que uno, siempre.

Alguna vez se enteró de la existencia de Rodrigo Fresán por rebote de aquello que Roberto Bolaño, creador de los "Detectives Salvajes", recomendaba. Y no es que le gustara fanáticamente lo que el finado chileno hiciera, no. De hecho esa novela sólo le gustó por el hecho de mantener, en su línea narrativa, de pronto, una secta de pseudopoetas,en búsqueda de la precursora de un misterio sobre algo que les unía, la poesía. La onda tenebrista y ojerosa en la que terminó, más las distintas bifurcaciones del texto en decenas de narradores, terminó por darle un resquicio bastante fuerte de desazón pendenciera.

A sus diecinueve años ni las letras, que demasiado pesadas resultaron. Ni las ciencias de la comunicación, repleta de gente pasada de laxa y nada, le llenaron el morral y decidió tirarse a la aventura de salir de su casa y buscar trabajo en una biblioteca para ver qué pasaba.

Días después consiguió un empleo en la biblioteca del barrio y Fue ahí que dio con un ejemplar perdido de ese escritor argentino: Fresán. La novela en cuestión: "Jardines de Kensingthon". Jamás la terminó de leer pero algo encontró ahí que le cambió la perspectiva de las cosas. Una cita sobre los libros en el silencio de los libreros y los estantes. Sobre su inmortalidad. Sobre su finitud nunca finita. Sobre sus conversaciones. Sobre lo genial que sería ser un personaje, o una historia, así, de esas proporciones. Invencibles intocables.

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Es esta una intensión de prosa literaria para generar ficción gráfica en un guión. Ya pronto, en cuanto tenga la compu de casa funcionando, seguiré. Espero que sea muy pronto.

martes, 28 de abril de 2009

El pasado es un juguete rabioso.

La mañana del lunes 27 amanecí aplicándome una llave luchística a mí mismo. Ustedes, que no son ustedes, sino una proyección del otro mío que leé (porque acá realmente no se acercan ni los fantasmas) se preguntarán cómo es esto posible: sucede que un día antes, el domingo, después de haberme despachado varias kilocalorías de carne asada con la familia, decidí ir a ver las patéticas luchas de la tripe A. Y acto seguido, auspiciado por los lances y las chidas tonterías que allí se suceden, "ultra extremismo y violencia" por parte de los "uno ocho siete", un tal Joe lider y otro cabrón con el nombre más patético que haya en este momento "Nicho el millonario", tomé la determinación de ir con mi primo Emilio, que después de la partida de mi hermana Kary, se convirtió en algo así como mi hermano, a armar la cama elástica que dejó karusa entre todos sus bienes mágicos sin testamento.

Así pues, con ayuda de otras dos primas que quisieron unirse a la sesión de ultra violencia, lo armamos con presta solidaridad. Terminada dicha tarea, como el buen Orozco que cuando come no conoce, impedí la ascención de la familia al trampolín para poder yo hacer mis primeros lances. Cuál fue mi sorpresa que al treparme al no encordado y hacer mis primeras suertes, después de un sentón y una tirada de rodillas, intenté un mortal hacia atrás, cosa que jamás me ha salido bien, y boinas, por descuido dejé ir todo mi peso sobre mi brazo mágico: el izquierdo. El resultado, una subluxación que me dejó por la noche la imposibilidad de dormir boca abajo, como siempre acostumbro.

De esta forma, después de haber ido al doc y haber recibido unas hueseadas, medicamento y la orden para sacarme unas ratios, me fui a dormir, y cinco horas y media después despierto boca abajo con el sentimiento de que si me movía me tronaría el hueso. Así pues lo primero que hice al no poder voltearme sin el peligro de joderme el brazo mágico, le grité a Mamá (como cuando niño, lo hacía con papá para pedirle que me trajera un vaso con agua escondido dentro de las cobijas para que no me tragaran mis enemigos imaginarios), para que viniera a socorrerme. Así pues ante mi tonelaje lo único que pudo hacer fue jalarme de los pies lo más que pudo, de tal forma que bajara hincado sin lastimarme el brazo sobre el cuál estaba aplicando la llave.

Después del salvamento, ante el temor de dormir, y ya dormido volver a girarme boca abajo, me puse a recordar lo sucedido antes de la levantada. Y esto fue un sueño relacionado a una chica llamada Anaid que tiempo atrás, años, diez, para ser exactos, me traía embrujado, así nada más, porque de pronto, a los catorce, cuando uno es medio inexperto, uno se deja embrujar por alguna chica con dos que tres bonitos atributos, y huevos carnal, te enganchan sin nisiquiera hablarte. Y así fue que a pesar de la distancia del momento en que eso era un momento para el presente, me dejé ir como quinceañero, y comencé a pensar en lo lindo y extraño que era pararse a las cinco y media de la mañana con la única ilusión de ver entrar en el salón de clase a la susodicha. Y siempre, bajo alguna forma, encontrar la excusa para hacerla reír, para saludarla, y no terminar con ese momento nunca.

Pero bueno, ese momento pasó hace casi diez años, y ahora esa chica es mi "amiga", que ahora vive en Bath, Inglaterra y que tres veces al año viene a visitar a su familia, y que en una de esas venidas me ayudó a hacer un corto escolar. Amiga con la que también fui a ver "el caballero de la noche". Y con la que comparto nada más que un bello momento, y digamos... el recuerdo de amar como un quinceañero.

Bien por eso.

domingo, 19 de abril de 2009

Días de lucha.




Tal vez sólo en este país y en algunos de nuestro otro continente americano, donde la muerte y la opresión es una mezcla de recuerdos, magia, nostalgia y leyenda, el panorama de la lucha libre es una alegoría perfecta de lo que podría significar vivir siempre en domingo.

En ese rito lúdico de máscaras, mentadas de madre, teatro de la violencia aérea, y demáses, bien podría encontrarse una sincretización de los elementos prehispánicos donde el lado de los buenos: los científicos de la esquina técnica, arremeten contra aquellos que osaron cruzar el portal del Mictlán, para pasar factura de residencia a los moradores del día. O también la arista menos dramática y mucho más juguetona de los bailes después de la colonia, en donde enmascarados representan a los invasores, a los animales sagrados y a otros tantos personajes no menos importantes, brindando un goce estético y representativo de los cultos del pasado y las batallas, a los provincianos en sus días de respiro dominical.

Al más puro estilo del pancracio romano, en donde el espectáculo servía para administrar violentas dósis de anestesia a las masas, la comitiva mexicana no dista mucho de aquella pauta dictada. Fuera de los fresas oportunistas y turistas que buscan en la lucha la risa estúpida, o el agrado curioso, el mundo dentro de las luchas para los que viven de y para las luchas, es una verdad totalizadora. Ellos adoptan la mentira desde niños, y como tales, se subliman ante la guarrería y la magia dentro de los encordados.

Vivir es peligroso, está de la chingada, pero también es mágico.

miércoles, 15 de abril de 2009

Con motivos del cambio de razón social de este changarro.

Existe una náusea horrorosa en nosotros los de casta flemática que nos da por ponernos intelectoguapachosos para apantallar señoritas, que en otra vida fueron perfumadas pueblerinas, testigos apremiantes de paseos dominicales en la Alameda.

Evidente es la forma en que heridos de alguna bala perdida, con el yerro del desinterés por la vida, nos enfrentamos como zombies trajeados en una peli de serie C, en homenaje a las glorias involuntarias del cine nacional.

Lo cierto, es que vivir es peligroso y no nos dimos cuenta, y también nos da igual, y cantamos pendejadas no aprendidas, con este sentimiento de haber habitado toda la vida en un puto domingo. Ahora sé lo fácil que sería reencarnar en un cabrón como Raúl Velasco, ahora sé lo que es decir aún hay más, a sabiendas de que al cabrón del astillero, se le olvidó colocar un timón a esta trajinera en la que navego.